Por: Eduardo Torres Arancivia
En un excelente estudio, el canadiense Will Kymlicka (*) proponía algunos caminos para alcanzar lo que hoy parece ser un modelo de aplicación inexorable: la consolidación de Estados multiculturales y la formación de ciudadanos interculturales. En los círculos especializados cada día se va alejando el antiguo modelo que asumía la existencia de un Estado Nación con una Historia, una sola identidad, una cultura y hasta un único idioma. Tal fue el anhelo que las elites peruanas ilustradas quisieron consolidar en el Perú durante todo el siglo XX.
Esa arcaica propuesta nos contaba una Historia de héroes y villanos que empezaba en la cultura Chavín y terminaba, pasando por los gloriosos incas y los malvados españoles, con la gesta de los “próceres” de la Independencia fundando un país libre y democrático llamado “República del Perú”. Esta base mítica, como la de toda Nación –aunque más en el Perú-, sólo funcionó a medias. Y digo “a medias” pues tal cuento solo lo reflotamos cuando nos conviene: cuando la Mulanovich gana un torneo, cuando Juan Diego canta y encanta, cuando Gian Marco gana un premio o cuando Gastón cocina. También sirve para que nuestros soldados y policías mueran heroicamente y ayudará mucho si nuestra juventud debe ir a una guerra externa.
Así ha sido en buena parte del orbe desde que el nacionalismo se consolidó desde fines del siglo XVIII. No obstante, el facilismo nacionalista entró en crisis desde hace ya un par de décadas solo que, para variar, Latinoamérica se ha dado de cuenta de esto hace muy poco ¿Qué une a una quinceañera del barrio de Monterrico en Lima con una de Ilave allá en Puno? ¿Se podrán reconocer ambas como “peruanas”? Y si así lo hacen ¿En qué radica esa “peruanidad”? En suma, ¿Qué une a los peruanos? Tal vez sea difícil encontrar una respuesta satisfactoria porque tal vez ésta no existe. Lo más probable es que la idea del Estado Multicultural se imponga, lo cual sería muy coherente con nuestra realidad. En ese sentido, el Perú vendría a ser, a fin de cuentas, un conjunto de personas con distintas formas de ver y entender el mundo conviviendo en un marco territorial llamado “Perú”.
Asumir tal condición implica, pues, un verdadero reto ya que los ciudadanos de un estado así enfocado deberán abrir sus mentes a una actitud intercultural que asuma – y ahí esta lo difícil- que no todos los peruanos tenemos los mismos anhelos y gustos, ni mucho menos una forma de entender a un Dios (si lo hay) o el progreso nacional. En ese sentido, los Estados Multiculturales –dice Kymlycka- deben construir políticas incluyentes que escuchen a todas las voces, PRICIPALMENTE a las de las minorías que han sufrido injusticias a lo largo de toda la Historia.
Obviamente las tensiones que actualmente estamos viviendo indican que estamos bastante lejos de alcanzar un ideal de Estado Multicultural. Mírese el problema de las comunidades indígenas o del poblador de la selva o del quechua hablante o el de un largo etc. Pero justo aquí es donde quiero poner algunos límites a la teoría de la Multiculturalidad ¿Hasta que punto las diversas formas de entender el mundo pueden ser válidas? ¿Cuántos derechos “particulares” debería asignar un Estado que proclama la igualdad, en proporción, de derechos y deberes? ¿Cómo se vería afectado el monopolio de la violencia que tiene el Estado cuando una minoría crea tener el derecho a la insurrección ante un supuesto atentado a sus prerrogativas? ¿Hasta que punto no se esta regresando a una sociedad corporativa de Antiguo Régimen? Vayamos a los ejemplos:
Muchos peruanos dicen que nadie se puede meterse con los cultivos de coca pues estos son parte de una práctica que responde a antiguas y sabias costumbres ancestrales (eso de que la coca es la planta sagrada de los Incas). No obstante, ante esto ¿Qué debe hacer el Estado cuando se sabe que solo el 3% de la producción de esa hoja va al consumo ritual y a la elaboración de bolsitas filtrantes y el resto al narcotráfico? Otros peruanos, ante la ausencia del Estado, suelen linchar de manera más que cruel (incluyéndose a la hoguera como método) a supuestos delincuentes recogiendo costumbres del siglo XVII. Ante esto ¿debemos decir “esa es su forma de ver el mundo”? Una decena de médicos fueron asesinados por aguarunas pues estos pensaron que los exámenes ginecológicos realizados a las mujeres del pueblo eran una forma de violación sexual ¿Se debe dejar impune el crimen por una “incomprensión cultural”?
En algunas zonas del Sur andino, aunque ya de forma muy rara, niños recién nacidos son enterrados vivos como sacrificio a la tierra ¿Qué debería hacerse con la familia que procede de esa manera? Por otro lado, ¿Por qué la Iglesia católica tiene un presupuesto otorgado por el Estado cuando este se proclama laico? ¿Solo por el hecho de que más del 70 % de la población es católica? ¿Cómo debería entender la multiculturalidad el progreso económico? Lo digo por las reacciones al TLC que más parecen defender un tribalismo desfasado que la apertura al mundo. Difíciles cuestiones a responder ¿no creen?.
(*) Will Kymlicka, “Estados multiculturales y ciudadanos interculturales”. Ponencia elaborado para la presentación en el V Congreso Latinoamericano de Educación Intercultural Bilingüe (Lima, Agosto de 2002)
Esa arcaica propuesta nos contaba una Historia de héroes y villanos que empezaba en la cultura Chavín y terminaba, pasando por los gloriosos incas y los malvados españoles, con la gesta de los “próceres” de la Independencia fundando un país libre y democrático llamado “República del Perú”. Esta base mítica, como la de toda Nación –aunque más en el Perú-, sólo funcionó a medias. Y digo “a medias” pues tal cuento solo lo reflotamos cuando nos conviene: cuando la Mulanovich gana un torneo, cuando Juan Diego canta y encanta, cuando Gian Marco gana un premio o cuando Gastón cocina. También sirve para que nuestros soldados y policías mueran heroicamente y ayudará mucho si nuestra juventud debe ir a una guerra externa.
Así ha sido en buena parte del orbe desde que el nacionalismo se consolidó desde fines del siglo XVIII. No obstante, el facilismo nacionalista entró en crisis desde hace ya un par de décadas solo que, para variar, Latinoamérica se ha dado de cuenta de esto hace muy poco ¿Qué une a una quinceañera del barrio de Monterrico en Lima con una de Ilave allá en Puno? ¿Se podrán reconocer ambas como “peruanas”? Y si así lo hacen ¿En qué radica esa “peruanidad”? En suma, ¿Qué une a los peruanos? Tal vez sea difícil encontrar una respuesta satisfactoria porque tal vez ésta no existe. Lo más probable es que la idea del Estado Multicultural se imponga, lo cual sería muy coherente con nuestra realidad. En ese sentido, el Perú vendría a ser, a fin de cuentas, un conjunto de personas con distintas formas de ver y entender el mundo conviviendo en un marco territorial llamado “Perú”.
Asumir tal condición implica, pues, un verdadero reto ya que los ciudadanos de un estado así enfocado deberán abrir sus mentes a una actitud intercultural que asuma – y ahí esta lo difícil- que no todos los peruanos tenemos los mismos anhelos y gustos, ni mucho menos una forma de entender a un Dios (si lo hay) o el progreso nacional. En ese sentido, los Estados Multiculturales –dice Kymlycka- deben construir políticas incluyentes que escuchen a todas las voces, PRICIPALMENTE a las de las minorías que han sufrido injusticias a lo largo de toda la Historia.
Obviamente las tensiones que actualmente estamos viviendo indican que estamos bastante lejos de alcanzar un ideal de Estado Multicultural. Mírese el problema de las comunidades indígenas o del poblador de la selva o del quechua hablante o el de un largo etc. Pero justo aquí es donde quiero poner algunos límites a la teoría de la Multiculturalidad ¿Hasta que punto las diversas formas de entender el mundo pueden ser válidas? ¿Cuántos derechos “particulares” debería asignar un Estado que proclama la igualdad, en proporción, de derechos y deberes? ¿Cómo se vería afectado el monopolio de la violencia que tiene el Estado cuando una minoría crea tener el derecho a la insurrección ante un supuesto atentado a sus prerrogativas? ¿Hasta que punto no se esta regresando a una sociedad corporativa de Antiguo Régimen? Vayamos a los ejemplos:
Muchos peruanos dicen que nadie se puede meterse con los cultivos de coca pues estos son parte de una práctica que responde a antiguas y sabias costumbres ancestrales (eso de que la coca es la planta sagrada de los Incas). No obstante, ante esto ¿Qué debe hacer el Estado cuando se sabe que solo el 3% de la producción de esa hoja va al consumo ritual y a la elaboración de bolsitas filtrantes y el resto al narcotráfico? Otros peruanos, ante la ausencia del Estado, suelen linchar de manera más que cruel (incluyéndose a la hoguera como método) a supuestos delincuentes recogiendo costumbres del siglo XVII. Ante esto ¿debemos decir “esa es su forma de ver el mundo”? Una decena de médicos fueron asesinados por aguarunas pues estos pensaron que los exámenes ginecológicos realizados a las mujeres del pueblo eran una forma de violación sexual ¿Se debe dejar impune el crimen por una “incomprensión cultural”?
En algunas zonas del Sur andino, aunque ya de forma muy rara, niños recién nacidos son enterrados vivos como sacrificio a la tierra ¿Qué debería hacerse con la familia que procede de esa manera? Por otro lado, ¿Por qué la Iglesia católica tiene un presupuesto otorgado por el Estado cuando este se proclama laico? ¿Solo por el hecho de que más del 70 % de la población es católica? ¿Cómo debería entender la multiculturalidad el progreso económico? Lo digo por las reacciones al TLC que más parecen defender un tribalismo desfasado que la apertura al mundo. Difíciles cuestiones a responder ¿no creen?.
(*) Will Kymlicka, “Estados multiculturales y ciudadanos interculturales”. Ponencia elaborado para la presentación en el V Congreso Latinoamericano de Educación Intercultural Bilingüe (Lima, Agosto de 2002)